Axpuru (95 m)
En especial, para A.I., buscador incansable de cotitas.
Semanita invernal-infernal para los que no sabemos quedarnos en casa. Algo había que hacer aunque solo fuese recuperar viejas tachuelas. Birri-montes, que dice Javi Urrutia. Así que me visto con el traje de faena y, como una no tiene mucha paciencia, paso de esperar al bus o acercarme a la estación de metro. Tipi-tapa, me cruzo bajo el puente de Deusto con José Luis Bilbao, el kromagnon no el diputado -que una sabe elegir sus amistades. Es jueves y anda mosqueado por haberse suspendido, por primera vez en la historia de este grupo, la salida semanal debido al mal tiempo.
Continúo mi andadura siempre al borde de la ría. Como me suele ocurrir, y además muy a menudo, según echo a andar empiezo a sumar propinas al recorrido inicial que me he propuesto. Antes de llegar a Erandio ya estoy barruntando añadir al trazado el Tun Tun (79 m), conocido en Lutxana-Barakaldo como el Monte de la Sefa. “Mejor dejarlo para la vuelta, me digo, y así solo tendré que cruzar en una ocasión la ría”. No hay como el viento fresco para aclarar las ideas.
Tun Tun entre Rontegi y la antigua Talleres de Zorroza S.A.
Saboreo de antemano el viaje en bote para alcanzar la otra orilla. ¡Qué grandes las pequeñas cosas de la vida! Fotos y más fotos para luego elegir unas pocas. Tarea difícil esa de decidirte por una o por otra.
Con la ilusión como carburante totalmente ecológico llego casi sin darme cuenta a Astrabudúa. Subo las escaleras que hay poco antes de la gasolinera y allí, a unos pasos, está la señal urbana que indica Tres Cruces. La primera cruz que encuentro es la de la tercera/III estación del Vía Crucis que termina en la misma cima de Axpuru (95 m). Las vistas son irrepetibles. Todos los montes de los alrededores están nevados y eso es algo que no se ve a menudo.
Axpuru mendi (95 m)
Serantes nevado desde Astrabudua
Alcanzo las Tres Cruces que conforman el Calvario y piso, por primera vez en el día de hoy, barro y hierba. La cruz cimera, el taco geodésico y el bonito buzón suponen el mejor de los trofeos.
Calvario
Es la segunda vez que estoy en esta atalaya. La primera fue hace un par de años y entonces vine en bicicleta. Como su altitud no llega a los 100 metros me dio pudor reseñarla. Pero un monte es un monte y hay alguien empeñado en que todos se registren, tengan los metros que tengan. Así que hoy vuelvo para dejar los deberes hechos y así cumplir con mi palabra.
Sigo camino y me encuentro con una señora ya mayor a la que pregunto si se puede bajar desde donde me encuentro a Erandio. Se escandaliza y me dice que está muy lejos. “No me importa. He venido a andar y no quiero volver sobre mis pasos”, le digo. Lejos hubiese estado si llego a ir por donde ella me indicaba. Pero la suerte me acompaña y me topo con un aborigen, como diría el infatigable Suso, en forma de jubilado debajo de un paragüas que me confirma el corto camino que yo presagiaba. Bien, bien; ahora sí lo tengo bien cerca.
Alcanzo la ría y el embarcadero. El botero me ve pero se quiere ir sin mí. Supongo que esperar a alguien que pierde el tiempo sacando fotos en vez de saltar al bote cuando ve que se marcha es algo que tiene que aguantar a menudo y que le saca de sus casillas. Pero a mi hoy nadie me va a amargar el día. Un euro es lo que me separa de la otra orilla.
Llego a la margen izquierda y, en vez de seguir el precioso paseo de la Orconera, tomo de referencia los pilares del puente de Rontegi y me meto por donde no debo. Las vías del tren me cierran el paso; una doble vía que paso con mucha precaución y con gran presteza. Mal hecho, lo sé; que un resbalón lo puede tener cualquiera. El maquinista del tren me ve y me pita. El del segundo tren, que viene en el otro sentido, ya me ocupo yo bien de que no me vea.
Me tienta ahora el saltar el muro de ladrillo que me separa de la carretera para evitar un pequeño rodeo. La maleza me lo impide y salgo por mejor terreno a una rotonda. De allí a la pequeña estrada y a la alambrada que, inútilmente, quiere hacerme desistir de subir al monte de la Sefa solo me separan unos metros.
Tardo un triunfo en abrir el cierre. El hortelano se quiere asegurar de que no le roben el fruto de su trabajo, claro. Avanzo con determinación para alcanzar la ikurriña y el tronco de Brasil que hay en el punto más alto de esta pobre tachuela. Mi sufrida cámara de fotos hace tiempo que hace aguas. Las imágenes saldrán con dos borrones en su parte baja. No sé si el fruto de mi trabajo me hará pasar a la posteridad pero mi idiotez merece un premio aunque sea honorífico.
Tun Tun (79 m)
Desciendo de nuevo a la carretera y llego con satisfacción a la estación de Renfe de Lutxana-Barakaldo. El tener tan a mano esta escapatoria no supone una tentación. Una es muy bilbaína y quiere llegar a casa tras completar el recorrido íntegro a patita.
Estación de Lutxana
Prácticamente ya en Zorroza, me acuerdo de una joya industrial, el puente Alzola, que cruza el río Kadagua antes de alcanzar este la ría y, cómo no, me viene a la mente la Reineta quien sufre a menudo y con resignación las chaladuras de su mum. En una ocasión anterior estuvimos aquí juntas, sacando fotos de esta maravilla. Cruzo sobre las traviesas del viejo puente y llego al abandonado Matadero de Zorroza.
Puente Alzola
Grandes Molinos Vascos, S.A. Bien cultural
Conozco perfectamente la vuelta que hay que dar si continúo por el camino legal, así que tiro a derechas, en mi línea, hasta llegar a un muro que me cierra el paso. Me río de mi pericia en buscar complicaciones: estoy sobre el recinto de las cocheras de Bizkaibus. Aquí no hay mucha zarza así que me planto dentro de un salto. La puerta metálica que cierra el paso está abierta y aprovecho para salir sin que nadie se percate de mi presencia.
Ahora solo me queda recorrer el magnífico paseo de Olaveaga, la Noruega bilbaína. A estas horas y con esta meteo los únicos que lo disfrutan son algunos corredores dispersos. ¡Cómo ha cambiado el skyline de Bilbao! Donde antes reinaba el Malmasín ahora lo hacen las torres de Garellano. Hoy luce nevado pero más humilde que nunca entre estas moles urbanas.
Skyline
San Francisco tiene las Painted Ladies y Zorrozaurre esto
Dejo el Museo Marítimo atrás y llego a la pasarela de la Uni de Deusto, que hoy más que nunca me sirve de puente de unión con el itinerario seguido unas horas antes.
Y, por fin: casita. Tras más de 21 km recorridos y pasando de largo las cuatro horas, con las caderas doloridas debido a que el terreno uniforme me machaca la espalda, llego de nuevo a casa. Pero, a semejanza del monigote pintado del cuento infantil que leían mis hijos cuando eran niños, con una sonrisa muy grande que me estira de los labios.
Nota. Si has elegido ser de Bilbao, pero no has nacido en el mismo centro, puedes usar el transporte público para desplazarte. El metro te acercará a Astrabudua y Renfe Cercanías a Lutxana-Barakaldo. Bizkaibus funciona a las mil maravillas y de ello te pueden dar fe los aguerridos Kromagnones que lo utilizan prácticamente todos los jueves en sus escapadas montañeras. O, ya puestos, dejarte de chiquitas y cruzar la ría a nado, para poder presumir de ello durante el resto de tu vida. Yo me he quedado con las ganas por no llevar el traje de baño dentro de la mochila.