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El Museo Gugenheim reflejado en las tranquilas aguas de la ría de Bilbao |
Como no podemos hacer fotografías de nuestras más queridas y anheladas que nunca montañas, queremos compartir con vosotros unas imágenes de lo que es a día de hoy nuestro paseo diario: el de Golfo y el mío. Al principio del confinamiento, nos pudimos aventurar a ir de puente a puente, pero en el transcurrir de unas pocas horas las restricciones se hicieron más severas. En nuestros últimas salidas, nos hemos visto obligados a elegir entre tirar para la derecha o para la izquierda, apurando al máximo esos metros y ese tiempo diarios que se nos permiten a los perros y a sus dueños. Compartimos con vosotros estos paisajes no montañeros, pero igualmente muy hermosos.
Estas dos primeras fotos son de esos primeros días de libertad que tuvimos. Poder fotografiar a la araña del Gugen sin gente es un lujo que pocos alcanzan.
El día 25 de marzo los bancos del paseo del Campo Volantín vivieron su día más triste. Todas sus funciones se vieron interrumpidas: el descanso, la socialización, el disfrute del sol o de las noches de temperaturas agradables...
El Gugenheim nos ha brindado a diario placer a las pupilas. A veces con la ría como un plato y otras con sus aguas removidas por el viento.
Tanto de día como de noche.
El Palacio Olabarri (antes sede de la Junta de Obras del Puerto), las torres de Isozaki y la pasarela Calatrava.
La Torre de Iberdrola y la psarela de la Universidad de Deusto (el puente grapa para la Reineta), de día y de noche.
Y la plaza del funicular de Artxanda, siempre bulliciosa y llena de vida, centro neurálgico del barrio con una palabra pintada en el suelo que quiere ser una señal de esperanza: llegará un día en el que logremos frenar esta pesadilla y todo nos parezca que fue un mal sueño.